
PERSONALIDAD DESDE UN PUNTO DE VISTA GENERAL.
Al inicio de la Gran Obra, podemos decir que los practicantes son tan distintos como la gama de colores--y sus distintas
tonalidades y matices--en el espectro. Sin embargo, conforme un practicante avanza en el camino iniciático, muestra características
similares a aquellos que le antecedieron en el sendero, en tanto que su personalidad se ha adaptado a las exigencias del recorrido.
Esto es válido para todos los practicantes de la tradición mágica, pero en el caso de los Alquimistas, el practicante adquiere
las fortalezas, facultades, poderes y virtudes que ahora describiré.
Un Alquimista es un Filósofo del Fuego, y siendo así, este elemento y las cualidades relacionadas con él están notoriamente
presentes en su personalidad. El Filósofo conoce el poder del deseo, el oculto potencial del "querer", y sabe emplearlo
para sus fines. Conoce lo que la intención directa logra, y sabe cómo materializar lo que anhela. Sabe muy bien lo que es
el enfoque, y esta maestría es la que le permite almacenar un inmenso caudal de poder que continuamente fluye, listo para
manifestarse cuando el Alquimista lo requiere así. Las emociones del practicante son de su completo dominio; sabe que sirven
de combustible para sus fines, pero también tiene presente el efecto devastador que tienen. Como toda energía, son un arma
de dos filos, al igual que sus pensamientos, los cuales siempre mantiene en regla, pues el Alquimista conoce el alcance que
una idea tiene de acuerdo a la Ley de Causa y Efecto.
Un practicante está bien centrado en todo momento, y el permanecer en ese centro es lo que le permite reunir el Poder,
mientras que en la periferia del círculo todo gira a su alrededor y sigue su curso, pero sin que le afecte a él mientras permanece
firme en el centro (en su centro)...No obstante, el practicante sí puede influir sobre lo que le rodea, sobre aquello que
gira en la periferia. Por este motivo, las circunstancias se le muestran como valiosas oportunidades de probarse a sí mismo
y a su potencial.
Cuando el aspirante a Alquimista inicia la praxis del Arte, ha reunido los aspectos más opuestos y disímiles en su personalidad,
equilibrándolos y balanceándolos como nadie: Ha logrado conseguir la Sabiduría, que según los antiguos es la unión de Mente
(entiéndase facultades racionales) y Corazón (entiéndase el inconsciente y las facultades emotivas). Ha logrado la unión de
scientia (conocimiento adquirido) e intuición. Y llegado a este nivel, su Mente siente y su Corazón piensa. Hay un perfecto
equilibrio entre los aspectos masculinos y los aspectos femeninos de la personalidad. Describa el sexo que describa en su
físico, el practicante se ve a sí mismo como ES, como una totalidad. Lo emocional, subjetivo, intuitivo, abarcante, receptivo...,
unido a todas las características femeninas que tendríamos que señalar, está perfectamente armonizado con lo racional, objetivo,
inspiracional, lineal, activo...y con todos los rasgos psíquicos que son masculinos por excelencia. Y aquí ya no existe la
anulación (neutralización) de fuerzas contrarias que se da al establecer el equilibrio, ni el continuo balance que se da yendo
más allá de ese equilibrio. Aquí la armonía se ha logrado: El practicante ha formado en sí mismo un intelecto iluminado por
la Luz de la Divina Sophía, una mente que siente y un corazón que piensa...y esto entendido en varios niveles: en todos los
niveles que puede abarcar la conciencia del practicante en este punto. Pero llegará el momento en que logre abarcar todos
los niveles del ser. Por todo esto, en muchos textos alquímicos el practicante es llamado un Hijo de la Sabiduría.
Y una vez que contempla que el Fuego es la Gloria Oculta de su Esencia, llega a ser un Hijo del Fuego. En este punto,
el practicante ha recorrido un número determinado de pasos en el sendero, y su voluntad se convierte en su arma principal.
El Alquimista sabe bien, porque lo comprueba cada vez más, que el libre albeldrío sublimado por la fuerza de su voluntad es
el mítico alkahest, el disolvente universal. Sabe que con las facultades volitivas puede hacer todo: incluso aquello que muchos
consideran como fuera de lo natural, cuando, en realidad, tales hazañas sólo demuestran un conocimiento mucho más profundo
de la naturaleza y sus ocultas leyes. El Alquimista sabe que la Realidad es Una, aunque en un principio se vislumbre por fragmentos
y por niveles, según la percepción y el enfoque.
Cuando entra en la praxis, el Filósofo ha logrado balancear en sí mismo los más dispares aspectos de la personalidad;
pero una vez que tiene acceso a las prácticas más avanzadas, ha logrado armonizar a la perfección los poderes activos y pasivos
de su Alma y Espíritu. A veces, quien llega a conocerle bien, piensa que es un individuo muy contradictorio, aunque no se
imagina que ésta es una de las grandes fortalezas del practicante. "Si eres fuerte, fíngete débil, y si eres débil, fíngete
fuerte". Y "sed astutos (sabios) como serpientes y sencillos como palomas". Tales son los consejos dados día
con día al Alquimista; y llegado a este nivel, los toma para sí y actúa acorde a ellos casi automáticamente, habiendo logrado,
como lo ha hecho, reunir el mundo interno con el externo, después de haber encontrado las sutiles interconexiones y vínculos
entre uno y otro en la realidad manifiesta en los distintos niveles del ser. En su libro: "Alquimia Mental", José
E. Guráieb, dice: "Un Maestro es un Alquimista Mago; por eso la Alta Magia es mas antigua que el mismo Confucio. Y Dios
es el Mago de la Creación."
"Existen aún muchos secretos que podríamos fácilmente descifrar y que nos pondrían en camino de hacer preciosas adquisiciones,
si poseyésemos la clave de la simbólica y mística fraseología de los viejos alquimistas. Verdad es que el hombre no puede
contrariar las leyes de la Naturaleza; pero estas leyes no están todavía todas descubiertas.
El verdadero Alquimista habla todos los idiomas, posee secretos, entre los cuales la piedra filosofal es el más insignificante.
Es heredero de todo lo que los Caldeos, los Magos, los Gemnosofistas y los Platónicos habían enseñado. Es diferente de todos
los hijos de la Magia, por las virtudes que practica, por la pureza de sus doctrinas, por su insistencia--como base de toda
sabiduría--en reprimir los sentidos y el abuso de la fe religiosa. El Gran Alquimista no miente, no engaña, y jamás hará el
mal uso de los Poderes que posee; es generoso, tolerante y comprensivo; es humilde entre los humildes y valeroso y arrojado
frente a los tiranos, los petulantes y déspotas. Ejerce la Piedad con Amor fraternal, despojado de todo interés, presunción
y vanidad. Es la montaña que recibe la Luz del Sol antes que las llanuras; entre Dios y el Alquimista hay un lazo indispensable,
que se traduce en una palabra: CREADOR."
Sin importar su marcado individualismo y su discreta reserva, el Filósofo es sutil y directo al hablar, suave y firme
en su trato con los que se le aproximan en busca de alguna ayuda o de apoyo. Es apasionado, y pone todas sus facultades en
lograr lo que se propone, pero no fuerza las cosas; sólo deja que los acontecimientos fluyan y le lleven a la meta. Siempre
es flexible ante las circunstancias (al menos mientras las estudia para adaptarlas a sus requerimientos), pero inflexible
con los que obran en contra de la Ley máxima (sea de una forma u otra), y con los necios que quieren aproximarse a su Arte
sólo para jactarse de conocer lo que ignoran. Conoce su Poder y la Realidad de este Poder, pero no escatima en reunir cada
vez más (en convertirse día con día en un vehículo más digno de este poder). Por eso, la discreción es un rasgo común en los
practicantes. Saben que bajo el velo de la obscuridad se gestan las cosas más preciosas; así que mantienen en reserva todos
estos grandes secretos que la luz de la Conciencia les ha revelado..."Secretos que requieren de los más grandes cuidados".
Como el Alquimista sabe bien que la pasión y el deseo le sirven como impulso (momentum) a su voluntad, los mantiene en
regla siempre. Sabe que todo arrebato de ira o de alguna emoción descontrolada--además de ser un gasto inútil de energía--,
provoca un perturbación en él y en el ambiente...Y luego tendrá que corregir el error: rectificarlo sin importar el alcance
que haya tenido (el cual casi siempre es desastrozo en estos niveles). Por ello, controlando su pasión, reune el impulso que
hará que sus creaciones se manifiesten tangiblemente. Y al sublimar (no reprimir) sus emociones, el practicante logra reunir
el combustible que luego le servirá para avanzar más y más en lo que se propone. Siempre que alguien lo conoce, su poder permanece
oculto y "lejos de los ojos profanos"; y su estado emocional es receptivo hasta cierto límite, pero siempre neutral.
El practicante es dueño de sí mismo y de todas sus energías. Y no hay nada que atesore más que a Sí Mismo. Por ello, sigue
la Regla de Oro: "Trata a los demás como quieres ser tratado"; pero sabiendo que toda regla (o principio) contiene
a su opuesto, no la sigue al pie de la letra, pues la regla opuesta dice: "No permitas que otros te traten de una manera
en que tú serías incapaz de tratarlos". Y siendo así, nadie puede "sacar provecho del practicante". Conociéndose
a sí mismo a fondo, conoce del todo las intenciones de los otros apenas los ve o sabe de ellos de alguna manera. Y nadie puede
mostrarle un rostro, teniendo otro enteramente distinto debajo del anterior: El practicante contempla todos los rostros, y
ve la realidad detrás de las apariencias (esto entendido en todos los niveles de significación). Así, conociendo los alcances
de una acción, y viendo la causa en los efectos, no interfiere cuando no se lo piden, ni se inmiscuye en asuntos de los cuales
desconoce las causas, porque sabe que la corrección de los efectos es deber del que los provocó. "Todo tienes que hacerlo
por ti mismo", dice el adagio alquímico, y el practicante sabe que esta es la forma en que el universo instruye a sus
estudiantes: Por medio del proceso de error-aprendizaje-rectificación.
Entonces, muchos podrían ver estos rasgos de personalidad (especialmente el anterior) como una clara muestra de rigidez
en el aspecto moral por parte del Alquimista, pero esta apreciación es errónea. El Alquimista está más allá de la moralidad,
de la relatividad de bien-mal; siempre descansa en su fuente y en uno de sus aspectos, que es el Bien Absoluto, dentro del
cual está contenida la Verdad Absoluta. Enfocándose en este aspecto y en otros de la Luz de su Fuente, el practicante, al
igual que una piedra viviente asentada en la Roca inquebrantable de la Verdad, se asienta en los niveles donde nada ni nadie
puede dañarlo o perturbarlo (si él no lo permite), y donde nadie puede conocerlo en realidad, pero él puede conocerlos a todos.
Nadie puede vislumbrar la Verdad Oculta de su Ser más que Él Mismo: Él, que ha vislumbrado el mal como el error que es; él,
que ha visto ese concepto llamado "mal" como una creación más, resultado del egoísmo, que se presenta en los dominios
de la imperfección. Conociendo el secreto de ese mal relativo, el Alquimista se eleva sobre él y simplemente se sirve de él,
transmutando sus energías. Encuentra el impulso divino detrás de la manifestación obscurecida...por muy nebuloso que aparezca
el paisaje a primera vista. Así, se sirve de las fuerzas obscuras para destilarlas, liberando la luz en ellas para fortalecer
el lado luminoso del Todo. El practicante "da Gloria a Dios" simbólicamente hablando.
Caracterizado por una vista aguda que percibe simultáneamente los distintos niveles de realidad, por una voluntad inquebrantable,
por una tenacidad sin regla, por una firme confianza en sí mismo, por una paciencia digna de alabarse por los inmortales,
y por un don de mando muchas veces superior a lo que la gente piensa que está dentro de las fuerzas de la humanidad, el practicante
es rígido, y hasta cierto punto inflexible, con los rasgos de su personalidad simplemente humana, los cuales, hasta cierto
punto, todavía distan mucho de la perfección que él ha logrado vislumbrar, y que desea manifestar. Pero a pesar de esto, es
tolerante y flexible con los demás; no espera nada de ellos, pero espera todo de sí mismo. Es calmado y enteramente objetivo
cuando las circunstancias así lo requieren; mas también es apasionado y dado a tomar el punto de vista subjetivo cuando se
presenta la necesidad (y esta forma de adaptación es un paso preparatorio para trascender esas circunstancias y moldearlas
al propio beneficio del practicante).
El Alquimista vislumbra la esencia oculta de las cosas, y se afana por descubrir la forma de manifestar su poder; la forma
de activar ese oculto potencial que yace detrás de las apariencias. Conoce bien cómo despertar la oculta Virtud de todo lo
que se presenta ante su conciencia, y esto es gracias a que vislumbra la Realidad en y de los seres y las cosas. Ve con claridad
el alcance de aquellas cosas y objetos que para muchos pueden pasar desapercibidos por su simpleza; y esto es porque contempla,
siempre con reverente asombro, la manifestación multinivel de cada objeto o sujeto.
El Alquimista es osado, ciertamente, y se adentra en el terreno de lo llamado "oculto", de lo desconocido por
la mayoría, con la confianza que otorga el conocimiento que resulta de la experiencia. Sabe que, en realidad, su ser está
libre de limitaciones, libre de miedos y de imperfecciones...Pero no está conforme con conocer que esto es así en un estado
potencial; desea probar que esto es cierto en un estado manifiesto en la realidad inmediata. Iluminando con la luz de su conciencia
los caminos obscuros que por mucho tiempo no han sido recorridos (y si han sido transitados, esto ha pasado en casos excepcionales),
se mide a sí mismo, y siempre va más allá, encontrando impulso para el vuelo incluso en la duda, porque el dudar es una forma
de comenzar a reconocer la Verdad.
MÉTODOS. MANERAS DE ENFRENTARSE A LA REALIDAD. SU RELACIÓN CON EL TODO MANIFIESTO.
El Alquimista es rebelde, hasta cierto punto...De hecho, muchas veces lo es más que los otros practicantes de Magia. No
se sujeta a las leyes inferiores, pues ha aprendido cómo controlarlas y dominarlas haciendo uso de las leyes superiores. Sabe
por experiencia que nada es imposible, y siempre está listo para cambiar su realidad, en tanto que sea beneficioso para él
y no perjudicial para los otros. No tiene a quien rendirle cuentas de sus obras, más que al Absoluto (y aquí en el Absoluto,
todos son comprendidos, así que entiende la paradoja, oh lector), pero esto no es pretexto para alterar el orden establecido
por la armonía cósmica. Siendo así, procura crear y operar libremente, pero lo hace con cuidado, de forma que sus creaciones
se unan con la armonía del Todo y sean compatibles con los modelos perfectos y arquetípicos de la Creación. Por ejemplo: El
practicante no se sujeta al Destino, lo que puede parecer una irreverencia hacia la Ley. Pero el Alquimista lo hace así porque
sabe que si se alinea con la Providencia Divina, que es capaz de vencer al Destino, él puede reescribir el libro de su vida
y de su existencia con cada decisión que toma ejerciendo el poder del libre albeldrío, puesto que en su madurez intelectual
y psíquica ha comprendido los alcances de cada acción y los efectos que el microcosmos tiene sobre el macrocosmos. La única
Ley con la que se alinea el Alquimista es la Ley del Uno, en todos sus aspectos, aunque tiene preferencia el aspecto de Ley
Cósmica de la Armonía cuando el objetivo es adaptarse a los procesos de la materia. Por eso, busca remodelar y adaptar la
realidad según sus requerimientos, pero sin que esto cause alteraciones en la armonía universal o perjudique a otros. Se cuida
mucho de corromper cualquier cosa, cuando esa corrupción no da inicio a una posterior regeneración de la misma.
Un Alquimista comprende las sutiles interconexiones entre lo de Arriba y lo de Abajo en todos los niveles, entre lo Superior
y lo Inferior, entre el Cielo y la Tierra. Estudiando los distintos niveles de la realidad, ante su conciencia se presentan,
como espíritus serviciales que acuden al llamado que se les hace en la evocación, los conocimientos que le permiten vislumbrar
y aprehender los patrones del Caos y del azar. En campos como éstos, la precisión del practicante aventaja la precisión matemática
gracias a su objetividad, y su sentido de la responsabilidad le mantiene en el buen camino en lo que se refiere a la toma
de decisiones. El Alquimista es un maestro en la Neutralización de la Entropía trascendental, siempre que su creación o la
Creación misma así lo requiera, ya sea por causas mal concebidas, por acciones incorrectamente encauzadas o por influencias
de ciertos practicantes que han equivocado el camino y han alterado determinado sistema. Como dijo Nietzsche en su obra "Así
habló Zarathustra": "Para ser puro en un mundo corrupto, tienes que aprender a lavarte con agua sucia". Y siguiendo
a esto, el Alquimista es hábil en la destilación de lo denso, para sublimarlo en lo sutil y aprovecharlo para enriquecer su
poder. Conoce su Poder y el de su Fuente, al igual que las conexiones y vínculos entre ambos. Siendo así, su autoconfianza
muchas veces puede ser vista como soberbia (y otras veces también raya en la soberbia)...razón por la cual algunos practicantes
corren el peligro de embriagarse con el Poder y con la Sabiduría, hasta el punto que sólo entronicen a su ego en lugar de
entronizarse a ellos mismos y al Yo.
Lo primero que aprende un practicante es a liberarse del tiempo, a no ser un vasallo de Kronos. El tiempo lineal-secuencial
se le presenta sólo como un trampolín para elevarse hasta el dominio de Kairós, el Eterno Ahora. ¿Y cómo lo hace? Aprehendiendo
el Instante, que es la llave de la puerta que conduce a la Eternidad. El medio por el cual el practicante logra atrapar al
escurridizo genio Kairós en la botella de su ser, es el enfoque. Dirigiéndolo, estableciéndolo y fijándolo finalmente, el
Alquimista logra que el Instante se manifieste, y luego sólo se ocupa de fijarlo en su conciencia. Una vez hecho esto, sólo
tiene que comandarlo (proyectándolo desde su tiempo interno hacia el tiempo externo, después de establecer un vínculo entre
ambos). Así, si se dice que el Arte es tan profundo y tan vasto como para que el tiempo que concede toda una vida sea insuficiente
para su estudio, el Alquimista cambia esto logrado disponer de todo el tiempo que desea en el nivel de Kronos...porque ha
fijado el Eterno Ahora de Kairós en el Instante de Kronos. Ya no hay más prisas. "La paciencia es la escalera de los
Filósofos...", y ellos saben muy bien que cada cosa se presenta en su momento preciso, y no antes. Pero aún así, las
oportunidades no se dejan pasar, y se procura hacer que se manifiesten. Por muy adversas que a simple vista aparezcan las
circunstancias que rodean al practicante, éste sabe cómo transformarlas en valiosas oportunidades. Gobierna sobre sus circunstancias
y no permite que ellas lo gobiernen a él. Sabe que es un soberano por linaje y derecho de conciencia, y actúa acorde a este
conocimiento.
Con respecto al conocimiento de que la realidad externa es un reflejo de la realidad interna, el Alquimista sabe cómo
establecer el Orden en el Caos, y la manera de fijar el balance entre el Lado Claro y el Lado Obscuro de éste último. Es un
experto en lograr el control de la realidad externa con la proyección de su Voluntad, ayudada por el impulso que la Mente
le concede. Gracias a la neutralización de la Ley trascendental de Entropía, logra que sus creaciones no sean presa de la
disolución y de la decadencia. Esto mismo lo hace, dentro del nivel microcósmico, con su propio cuerpo. De ahí que el cuerpo
solar glorificado, o el cuerpo arcoiris o diamantino, como también ha sido llamado, sea el oro de la Alquimia manifiesto en
lo físico. Este cuerpo es inmortal y apto para ser el vehículo de la Conciencia Cósmica en los distintos niveles del Ser.
En este cuerpo, la materia y el espíritu se han desposado en las nupcias perfectas, benditas por el Inefable.
Por último, diremos que aquel que penetra en los sutiles secretos del Caos, del que surgió el Orden, puede instaurar uno
u otro según elija voluntariamente. Pero el Alquimista procura elevar la condición de las cosas. Sabe que todas las que se
aparecen ante su conciencia en este nivel físico, están incompletas; ha visto que la apariencia física en este nivel es sólo
una "capa" de las muchas que conforman la Realidad Única. Y sabiendo esto, comprende que su deber es hacer que las
cosas lleguen hasta su perfección última, acelerando los procesos...Su tarea es terminar las cosa, culminarla en perfección.
Y para lograr esto, tiene varios medios de los cuales servirse. Gobernando la realidad más allá del continuum espacio-tiempo,
llega a conocer los patrones del azar y también las leyes que rigen estos patrones. Sabe cuáles serán los alcances últimos
de cualquier creación humana (sea pensamiento, palabra, obra...etc), y sabe dónde tienen su comienzo todos los seres y los
objetos diferenciados que se le presentan a la vista. Habiendo controlado sus elementos internos, controla los externos...en
todos aspectos. En pocas palabras, conoce la Realidad y sus distintos niveles o "capas", y sabe cómo hacer manifiesto
lo inmanifiesto; sabe cómo manifestar el oculto potencial de la realidad misma, y también de la realidad de las cosas y de
su propia realidad: la propia realidad de su Ser. El Alquimista sabe cómo hacer manifiesta la virtud oculta de las cosas;
de lo que se infiere que también sabe muy bien cómo manifestar la Verdad en todos los niveles del ser. El practicante crea
su propia realidad, y luego la proyecta al exterior para moldearlo de acuerdo a los patrones que estableció antes en su propio
mundo interno.
RELACIÓN CON EL TODO INMANIFIESTO (APARENTEMENTE). "THOU ART THE HOUSE AND THE DWELLER IN THE HOUSE".
Y aquí, oh lector, te preguntarás: ¿Realmente es posible todo lo que has dicho anteriormente? ¿Cómo puede ser logrado?
¿Cómo hace todo eso el Alquimista?. ¿Cómo puede hacer todo eso? La respuesta está abarcada en esta frase multinivel: "He
aquí que porque tú eres Yo Soy", o en otra que significa lo mismo en esencia: "Ayúdate que Yo te ayudaré".
El Maestro de Maestros dijo refiriéndose a esto: "por mí mismo no hago nada". Y en los textos alquímicos, la Piedra
le dice al Alquimista: "Protégeme que Yo te protegeré; haz grande mi derecho (auméntame la fuerza) para que Yo te ayude".
Entonces, aquí hablaremos a grandes rasgos de la Fuente de poder del Alquimista y de la relación entre ambos.
Ante todo, hay que saber que la piedra angular de su ser, la Piedra que luego deviene en Piedra de los Sabios, es la Fuente
de Poder del Alquimista: Es el SER manifestándose a través del ser individual del practicante; la presencia divina inmanente
en su interior, que debe ser manifestada. Y para que el practicante logre hacer manifiesto el Poder contenido que fluye desde
su fuente, debe convertirse en un vehículo consciente, transparente y receptivo de esa Fuente. Sólo así, sus poderes podrán
proyectarse al exterior.
Los practicantes de otras tradiciones de la Magia, muchas veces se topan con prácticas que tienen que ver con la mediumnidad,
con servirle de vehículo a seres o energías de uno u otro plano, dimensión o nivel evolutivo. En nuestro Arte también se presenta
esto, pero en un grado bastante elevado ciertamente. Y aquí se verá por qué los textos de la Alquimia exigen tan insistentemente
la dignificación de aquél que aspira a iniciar la praxis. También por esto, los mismos Alquimistas siempre han afirmado, por
medio del Pronunciamiento del Ser generalmente, su unicidad con el Absoluto antes de iniciar cualquier operación, sea de transmutación
o de otra clase. Y si algo va resultando mal o se está saliendo del control del practicante, éste simplemente establece su
Presencia, de una forma parecida, para retomar el control de la situación.
El Alquimista trabaja desde los niveles de Emanación, como antes he dicho, desde los niveles más elevados del Espíritu.
Y la forma de tener acceso directo a esos niveles para extraer sus energías y adaptarlas a los niveles más bajos, es sirviéndose
del vínculo o vínculos que le hacen ser un creador, imagen y semejanza del Absoluto. Para esto, se alinea con el YO, unificando
su voluntad individual con la Voluntad de éste último. El Alquimista sabe de la dignidad de su Alma, y entonces, permite que
se eleve y se familiarice con el Espíritu Puro, al mismo tiempo que él mismo se eleva hasta enfocarse en el nivel donde el
Alma en sí misma es Espíritu Puro y forma una unidad indisoluble con el Espíritu del Inefable. Y hace esto en un camino ascendente,
en vez de permitir que su Alma se torne en el vehículo de entidades sutiles, aunque materiales (espectros, entidades del astral,
etc), con el riesgo de que en el proceso de intentar iluminarlas con su luz para poder conocerlas, los vehículos del alma
se obscurezcan más por la densidad de las energías que pueden impregnarlos. "La Voluntad dirige la atención, y ésta cambia
la vibración". En otras palabras, eres lo que contemplas. Por eso, en el corpus hermeticum dice que si te aproximas a
los demonios, y concentras tu atención en ellos de forma prolongada y persistente, tarde o temprano devendrás en uno de ellos,
y lo mismo pasa si te enfocas en la presencia de un Dios (Elohim). De ahí que las vías negativas de meditación sólo tomen
como único punto de enfoque al Absoluto, y si la conciencia pierde el enfoque en él, se le polariza de nuevo.
Entonces, he aquí la diferencia entre la Alquimia y las otras tradiciones mágicas. La Alquimia usa las fuerzas y energías
del operador, sumadas a las de su Fuente. Y es la Fuente la que exalta los poderes del Alquimista hasta grados insospechados.
Aquí aclaro lo siguiente, puesto que los cofrades de las otras tradiciones me merecen todo el respeto: Ni un mago es mejor
o peor que un alquimista, ni viceversa; aquí es cuestión de grados. Como dije, la Alta Magia opera desde los niveles medios
del plano mental (todavía materiales, aunque de una materia mucho más sutil que la del plano físico); pero la Alquimia opera
desde los niveles del Espíritu y los de la Mente, de la Emanación (los niveles donde Dios se manifiesta potencialmente). La
Magia opera cambios en la realidad inmediata y funciona con las fuerzas propias del operador, principalmente. Pero la Alquimia
obra cambios en el interior y en el exterior; en todos los mundos de Arriba y de Abajo, en el operador y en lo que le rodea.
Y trabaja con las fuerzas divinas latentes en el Alquimista. Dios obra a través de él; el Alquimista sólo se convierte en
su vehículo consciente (pero no pasivo, completamente activo), y así emplea los poderes divinos, primero reconociéndolos en
él y luego manifestándolos. Por lo mismo, antes de ser Alquimista, alguien tiene que haber sido Mago. Pero alguien que es
Mago, no ha adquirido el nivel de un Alquimista. Y aquí se comprenderá que no se devalúa ni a uno ni a otro, ya que sus logros
son igual de notables si generalizamos. Pero si analizamos la situación desde lo particular, todo depende del individuo, del
practicante. Todo depende de las limitaciones que se imponga, y aquellas que logre trascender. Por ello, la única diferencia
entre nuestro Arte y otras Artes Mágicas, es el nivel desde el cual el operador parte, y el enfoque que se le da al cuerpo
de sabiduría que conforma los fundamentos y las prácticas de una u otra rama de la Magia.
Para manifestar los poderes de la Piedra, el Alquimista tiene que haberla confeccionado en su interior primero; luego,
tiene que haber encontrado el vínculo entre él y la Piedra, y éste vínculo es el medio por el cual fluyen las energías desde
la Fuente hasta el receptor. Una vez conseguido esto, antes de cada operación o experimento, alinea su voluntad personal con
la Voluntad del Inefable presente en su interior, y ya que está consciente y sabe que él y el Yo son Uno, el Yo puede obrar
milagros a través de la personalidad del practicante. Y su energía es ilimitada, por lo cual si el practicante no se torna
hasta cierto punto receptivo y enfoca su conciencia en el Yo, puede caer en la inflacion del ego...y esto le llevaría a considerarse
un dios encarnado, pero entendiendo esto desde el punto de vista tiránico del ego: Se tornaría en un dios déspota con derecho
de hacer y deshacer lo que le place, por el simple hecho de creerse superior a todo el mundo. Esto anula toda compasión por
parte del practicante hacia sus hermanos...Fue lo que les pasó a muchos en los últimos tiempos de Atlantis. Y así la soberbia
dio inicio a la destrucción del continente y de sus islas. Por eso, hay que enfocarse firmemente en el Yo para poder controlar
la euforia que muchas veces provocan las oleadas de poder que fluyen al exterior a través de los vehículos de conciencia del
practicante. Y aquí, obviamente, la pureza de pensamiento es algo esencial también, para poder crear tomando como molde las
formas arquetípicas de todo.
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