"De las otras cosas no harás el Uno, si antes tú mismo no te conviertes en Uno"-Gerhard Dorn.
La praxis designa a la labor u operación alquímica. Todo trabajo dentro del Arte comienza por etapas de desarrollo de
la Voluntad: partiendo de la sombría refracción del libre albeldrío, pasando por el claroscuro proyectado de la Intención,
hasta llegar al reflejo de esa Voluntad que se transforma en Imagen de la Fe auténtica, al imponer los deseos y anhelos profundos
de todo Ser en la Realidad objetiva.
El "Ora et Labora", dicho de los Sabios Alquimistas dado a conocer por los antiguos monjes seguidores de San
Benedictus, se refiere a los dos aspectos del Arte: El Trascendental o Místico y el Operativo o Mágicko. Pero orar no se refiere,
como diría el Maestro, a "repetir vanas palabras como lo hacen los paganos", sino a verdaderamente permitir que
esa Palabra, ese Divino Verbo, que es la acción misma de la Divinidad a través nuestro, se imponga sobre todos los mundos
y las capas de la realidad objetiva.
Aleister Crowley, y antes que él, el Gran Hermes, han dicho que toda Magia consiste en el dominio de la realidad objetiva,
por medio de la imposición de la Voluntad Verdadera (la acción del Espíritu puro, del Ser Interno, del Yo Superior, del Yo
Real, del Sí Mismo, del Genio, del Daemon), y Cornelius Agrippa, nos dice al respecto que "la Oración es el Ejercicio
de la Voluntad Espiritual". Por ello, precisamente, hemos de señalar que toda práctica Alquímica, se apoya en esta Piedra
Imán (Manes, diría Theophrast Paracelsus), que es el Astrum o Daemon interno, sin el cual, acorde con Blavatsky, la Magia
Divina no puede realizarse, puesto que "la carne y sangre no heredarán el reino", lo que significa que el ser mortal
es incapaz de realizar las Obras Divinas de la Alquimia, a menos que "El Padre y Yo Seamos Uno", como también ha
confirmado ese Divino Maestro al señalar: "Por mí mismo no hago nada, mas el Padre que está en Mí, Él hace las obras".
Entonces, sólo cuando comenzamos a construir el Templo a partir de esta Piedra Imán, podemos fijar la base y centro de
todo el edificio, mediante la Piedra Angular de la Voluntad, que es el mítico Alkahest o disolvente universal de los Sabios.
Y así, comenzaremos a proyectar las impresiones divinas de nuestro mundo interno, partiendo de lo subjetivo, hasta poder influir
sobre lo objetivo y reconstruir los esquemas externos según los modelos internos que la conciencia ha conformado, partiendo
de su propia impronta, Esencia o Idea Perfecta Interna, la cual sólo el Daemon puede concebir y transmitir al hombre externo.
El Inicio (La Entrada hacia Adentro)-initiare.
La conversión (el encontrar el Centro y fijar en él la conciencia a voluntad), parte de una purificación del ser externo,
de tal forma que los sentidos de éste puedan despertar y sensibilizarse lo bastante como para percibir a ese "otro"
que pareciera tan lejano y ajeno a sí mismo. Los Sabios dieron para ello, diversos ejercicios de oración en acción, que partían
del entendimiento de que el yo inferior y el yo superior siempre están conectados entre sí, y en realidad son como la sombra
y la Imagen del Sí Mismo, del SER.
Las claves que todos tenemos para comenzar a realizar esto, son los Arquetipos dados a conocer como tales por Carl Gustav
Jung. Y la religión, debiera ser usada por el Iniciado como una vía para pasar del reino exotérico de las cosas hacia los
reinos esotéricos de las mismas; esto es, de las apariencias de las cosas, a su interna realidad y esencia. Por ejemplo: El
iniciado de la tradición cristiana debiera adentrarse en la esencia revelada en palabras tan significativas y profundas como
las dadas en oraciones que están en boca de todos, como son "Pater Noster..." y "Ave María". María es
la Primera Materia en su estado plenamente purificado y exaltado a Glorificación. Ella es, por tanto, el Arquetipo o Ideal
del Alma Humana que ha reconocido al Amado en Sí Misma y desea manifestarlo a través Suyo, y este Amado es el Padre al que
nos dirigimos en la oración dominical, Quien No Es más que Aquel Que Es: El Ser en Sí Mismo, el Ser Divino, Espíritu Puro
o Daemon Interno.
Y este reconocimiento del Amado en el Dios y de Ella (Sophia) en la Madre o Diosa o Shekinah, es válido para todos los
iniciados de cualquier religión exotérica, que puedan reconocer al Alma en las ideales imágenes femeninas de diosas o mujeres
divinas, y al Espíritu en las esenciales ideas masculinas o aspectos de los Avatares o Maestros Iniciadores de la doctrina
del camino a seguir.
El aspecto Místico del camino sin forma se completa en el primer nivel de la Gran Obra al señalar en el primer mandamiento
que "Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu Alma, con toda tu Mente, con todas tus fuerzas"; es decir, todo
el ser exterior debe estar entera y únicamente concentrado en el ser interior, sin desviarse del centro de la diana ejemplificada
en el jeroglífico alquímico del sol. Sólo así, el ser externo empezará a ser reformado, hasta que como un espejo límpido,
refleje sin distorsión alguna, al SER.
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