Y ante todos los presentes, Cornelius, el Grande, tomó la Palabra, y díjole:
-Querido, hermano, habladnos del Mysterium Magnum y de sus misteriosas signaturas bajo el Sol.
Primero tímidamente, pero encontrando Su Voz luego, el filósofo Faustus tomó la palabra (o, dicho mejor, su Daemon interno
usó su Voz) y dijo así:
¿Cómo puedo hablaros de Aquel que es demasiado grande para ser llamado Dios? ¿...De Aquel que sembró las primeras simientes
(Esencias) de todo, antes de que la misma naturaleza brillase en su esplendor completo? El Alma humana es un Espejo do' se
oculta, velado, el Esplendor de Su Faz. Ella misma no ha entendido su grandeza hasta que se contempla, y contemplándose ella
misma, contempla a Su Amado, que por tanto le había aguardado: Un instante, una eternidad, un momento eterno.
Aquel que irradia mas que mil soles de primera magnitud; Aquel cuyo Nombre es Inefable, y cuya raíz se haya en la raíz
misma de nuestro nombre; Aquel que trasciende las más sublimes palabras como la Luz trasciende toda percepción que se tenga
de ella...
Esa naturaleza misma que irradia con Su Luz, nos da testimonio de Su Verdad, que no es más que esa Realidad que Él contempla
Eternamente como perfección de Su Reflejo. Él, el Amado, el que enciende el fuego de la Gloria OCulta de las Almas; que mediante
una lágrima suya, hace surgir una estrella eterna en el firmamento. Él, cuya esencia es incognoscible en imagen, pero perfectamente
clara y translúcida para el cristal que a Sí Mismo se ha reconstituido, y por tanto, a EL ha hecho y dado Gloria en Verdad.
¿Cómo reconocer a Aquél? El propio arcano del Universo lo atestigua: Su Voz truena en la Nada, imponiendo el orden perfecto
mas allá del Arriba y del Abajo, del Día y la Noche. En Su diestra, la Gloria, en Su siniestra, el Esplendor de la Esencia.
La Velada Gloria de lo Inmanifiesto revela Su Rostro, radiante como el mismo Sol Negro. Si sois capaces de contemplar vuestro
rosstro mas allá de lo que concibe vuestra mente o vuestros ojos, sabréis a qué me refiero. ÉL ES; ÉL sois vosotros mismos,
cuando os hayáis despojado de vuestras auto-creadas máscaras; cuando hayáis despertado, podréis contemplarle cara a cara y
solazaros con la Luz de Su Rostro hermoso. Y entonces Él, os llamará ante Su Presencia, y pronunciará Vuestro Nombre, despertándoos
con ello de todo aquello que habéis creado mientras dormíais, ajeno a vosotros mismos y a Vuestra Esencia.
El Alma que de ello se hace digna, no es un Alma más, sino un Glorificado Genio que, por propio esplendor y derecho de
conciencia, se eleva hasta Él, y habiéndose presentado ante Su Señor, deviene no en un simple servidor, sino en un Grande
que merezca sentarse al lado del Trono de lo Inefable.
Vosotros sois reflejos vivientes del Amado; sois las sombras ahora, pero cuando despertéis llegará el Día y con él, el
Novio a quien en medio de tinieblas habéis añorado y esperado por tanto. Vuestro espejo será entonces aquel en el cual vuestro
Amado se solazará en la contemplación de Su Rostro Esplendoroso.
Retiraos el Velo entonces, y contemplad la realidad tal y como es y siempre ha sido. Portaréis en vuestra memoria el recuerdo
del Sueño Eterno y perfecto del Amado, y lo podréis ofrecer con vuestro despertar en la Aurora donde nunca más se mezclarán
el Día y la Noche.
Sois Su sangre, Rayos Vivientes de Su Eterno Esplendor. Debéis cumplir Su sueño, al cumplir vuestros más anhelados y caros
sueños. ¡Despertad! Ahora dormís...Pero el que despierta, recuerda sus sueños y su realidad. Ya os recordaréis; y al hacerlo,
lo recordaréis a ÉL.
Y dirigiendo una mirada significativa al Maestro Cornelius, indicó:
El Gran Misterio sois vosotros mismos; ese Ser que alienta a través de Vuestra Propia Esencia y su Potencialidad para
manifestar la Verdad. Cuando reposéis en esa Nada que oculta la Gloria de la Esencia de Lo Inefable, os reconoceréis en Verdad;
o mejor, Él se mirará a Sí Mismo en vosotros. Y así, El Sol se habrá refractado en su propio Arcoiris perfecto.
--De las "Memorias del Dr. Johannes Faust", descriptas por su fámulus Christoph Wagner. 1587
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